Últimamente me resulta más difícil pensar críticamente. Es como si estar en la costa de Costa Rica, lejos de la vida urbana, desalentara el riesgo intelectual. Este análisis de Octavio Paz captura correctamente mis experiencias.

Según Octavio Paz, existen dos tipos de cristianismo: uno que permitió el arte intelectual y creativo, y que produjo una filosofía religiosa como la de San Agustín; y otro más rígido, que fue heredado por América Latina, como parte del movimiento de la Contrarreforma en España. La religión colonial fue construida para perdurar, no para florecer culturalmente. Fue diseñada para durar y, por lo tanto, no se le permitió cambiar.

Él contrasta esto con otras historias del catolicismo (como en la Europa temprana), donde místicos y teólogos exploraron la paradoja, el anhelo y lo incognoscible. En México, el viaje espiritual interior fue suprimido—lo que sobrevivió fue una especie de ritualismo paternalista.

Solo se permite la certeza o el silencio. Las personas pueden tener opiniones fuertes, o están equivocadas y son completamente estúpidas, pero nunca se les permite la libertad de preguntarse o dudar, de explorar el espacio intermedio entre saber y no saber. El espacio entre el bien y el mal, entre lo inteligente y lo tonto. Los latinos prefieren verse a sí mismos como borrachos ridículos antes que como criaturas de duda y cuestionamiento.

“Nuestro hermetismo no es una tradición que protege y guarda un secreto, sino más bien una negativa a comunicarse. Nos encerramos para que los otros no nos vean… Y detrás de esta máscara escondemos nuestro verdadero rostro: el rostro de la nada, de la duda, de la soledad.”

— Octavio Paz, El laberinto de la soledad

La duda como forma de rebelión

“En la medida en que tomamos conciencia de nosotros mismos, comenzamos a dudar. La conciencia de uno mismo es inseparable de la duda, y la duda implica crítica. Criticar es desobedecer…”

— Octavio Paz

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