Viajamos lejos del exterior, para reflejar lo lejos que hemos viajado por dentro. Siempre se hace la pregunta, ¿cómo puedo ser mejor? ¿Más deseable? Pero es tan extraño hacer tal pregunta. ¿Por qué no aceptarme tal y como soy? ¿Por qué no? Me veo a mí mismo siendo valiente y digno en acción, y la gente me dice que soy valiente y digno, pero encuentro que eso no es prueba suficiente. ¿No soy lo suficientemente valiente, lo suficientemente inteligente como para enfrentar el abismo de mis miedos interiores, mi mente que me dice que es imposible aceptarme tal y como soy, pues ¿por qué no intentar hacer lo imposible? Todas las voces que me dicen, que me aconsejan todas las razones y las mil formas en que puedo ser rechazado. Pero he vivido mil y un días en soledad para desenredar cada nudo uno a uno. Aquí soy un buen esposo, amante, amigo, ciudadano, padre, hombre, humano. Los miedos que se avecinaban en mi futuro eran un reflejo de mi pasado, un reflejo en un lago que no quería ver, que tiré piedras y creé el caos para no ver, y al final perdí todo lo que quedaba por perder en esta vida mortal y sin embargo vivo, y sin embargo mi alma brilla como monedas de oro en las calles después de una tormenta. No me queda nada que transformar, nada que ofrecer en el altar de la alquimia. ¿Qué voy a hacer con el resto de mi vida cuando la ilusión es todo lo que conozco? La ilusión es un manto que uso para proteger mi piel de las inclemencias del tiempo, para ocultarme de los ojos de los extraños. La ilusión es mi cuidadora, mi madre y santa Virgen María. La ilusión es el sueño que no se puede romper simplemente porque no existe, como un gato negro en la noche que no está allí.

Ilusiones, ilusiones por las que vivimos y morimos. Ya no morimos en las guerras la mayoría de nosotros, sino que morimos perdiendo la verdad de nosotros mismos mientras estamos vivos.

Mi amante, mi igual, mi coraje.
Te llamaré mi coraje porque de eso está hecho el corazón. Ahora me queda claro que no aceptarás nada menos. Que cada paso que daba para acercarme a ti y sentarme a tu lado y sentir tu cálido cuerpo a mi lado era un camino de coraje, de decisiones insignificantes pero difíciles que tomaba en mi extraña y sinuosa vida.

Decisiones que tomé en la oscuridad, sin saber cómo se llamaban, porque el mundo me llama a mí y a mis elecciones por diferentes nombres, con los que no estoy de acuerdo. Pero ahora he aprendido que lo que ellos llamaban egoísta o ignorante o débil o perezoso o estúpido era coraje después de todo.

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